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Tráiganme la cabeza de Silvino Herrera
"Nosotros vs. Ellos" y otros mitos "modernos" sobre la guerra y la civilización

7/04

Ellos decapitan- nosotros lo hacemos con bombas inteligentes. Hay, por supuesto, una amarga verdad en este axioma recientemente acuñado: el horror del terrorismo de estado es que la abrumadora maquinaria de la muerte en manos de gobiernos todopoderosos supera ampliamente las atrocidades individuales de dementes, grupúsculos y entidades no estatales. Mientras que, de hecho, los asesinos y exterminadores paganos pueden ser unos bárbaros, un axioma de este tipo tácitamente concede, con sus decapitaciones y asesinatos de inocentes, que es casi imposible llevar a cabo la matanza de medio millón de niños, como lo hicieron las sanciones de los anglo-americanos y las Naciones Unidas en Irak, con métodos tan amateurs. 

Es el mismo razonamiento que, con convincente imparcialidad, expone la mentira sobre el saneado concepto de la guerra y la destrucción que hace del auto-suficiente "Mundo Occidental", tan presumido y confiado de su superioridad moral. Existe un racismo subyacente y, a menudo evidente, que permite que los denominados guerreros "modernos" y sus votantes toleren las tremendas disparidades en las bajas que han venido a definir el conflicto moderno. Virtualmente en cada caso, se ignora la brutal represión de los movimientos que luchan por mayores libertades humanas, por los derechos de los trabajadores, y por un mundo mejor, mientras que las "atrocidades" de quienes tratan de resistirse son vistas como retrógradas y como prueba de inferioridad cultural y moral.

Sin embargo, un problema no es solamente que la desigualdad del terror torpedea el argumento de la superioridad moral. Es verdad que el siglo XX fue, de hecho, el más horrendo, aunque la mayoría de los observadores legos no lo sepan: en sus inicios, el 90% de los muertos de guerra fueron combatientes y el 10% no combatientes. Hacia el final, el rango se revirtió, convirtiéndolo en el siglo más mortífero y menos "avanzado" de la historia de la humanidad. También es verdad que la maquinaria de la guerra, con sus mediciones amorales en "kilo-muertes", la química del napalm que se adhiere a la piel y la quema, el fósforo y el gas, las municiones de dispersión -sin mencionar el casi demoníaco surrealismo de la tecnología de la bomba neutrónica diseñada para matar personas mientras los edificios permanecen intactos- demuestra que la verdadera brutalidad de la carne quemada y los cuerpos que explotan sea, en modo alguno, menos bárbara que los otros métodos. Los Estados Unidos no obtienen el respaldo del resto del mundo "civilizado" por instituir la tecnología indolora de la inyección letal por una práctica que la mayoría de los gobiernos consideran un anacronismo bárbaro.

Cuando quitemos todas las capas de carne quemada, toda la ficción cuidadosamente construida sobre el progreso humano y los beneficios de la ciencia y la tecnología, deberemos enfrentar una realidad quizás aún más macabra. No se trata solamente de nosotros, cínicamente preparados y retorciéndonos nuestras manos mientras se destrozan unos a otros con machetes hasta morir, como cuando casi un millón de Tutsis murió en Ruanda. Simplemente no existe el nosotros versus ellos. El lado que brega por representar al progreso, la Marcha de la Historia y el cumplimiento del deseo humano por la libertad y la autonomía, ha hecho más y ha hecho peor, utilizando métodos y tecnología tan ruines como brutales sobre ambos lados de la división tecnológica y cultural. Existe una famosa foto, que no es de Nick Berg, ni de Juan el Bautista, sino de Silvino Herrera, uno de los lugartenientes del ejército de la resistencia de Augusto Sandino. En realidad, es una foto de un Marine norteamericano -mostrando la cabeza de Herrera, levantada triunfalmente hacia lo alto por el héroe conquistador del lado de los pocos y orgullosos. Resulta que nosotros tambien decapitamos.

Cuando estuve en Nicaragua, escuché el testimonio de las víctimas de la Guardia Nacional de Somoza, mujeres a quienes se les habían arrancado los pechos, y habían sido mantenidas vivas y mutiladas a propósito para aterrorizar a sus familias. Los soldados de la resistencia y sus seguidores, los organizadores de los sindicatos -cualquiera de ellos- asesinados, con sus genitales cortados y metidos en la boca. Víctimas forzadas a punta de revólver a tragar un botón colgado de un hilo mientras sus burlones guardianes trataban de mantenerlo en alto. Al igual que todos los esbirros de Latinoamérica toda, estos asesinos, violadoras de monjas, "desembarcadores" (que simplemente empujaban a las aterrorizadas víctimas de un avión en movimiento hacia una muerte no esperada), estos asesinos y bufones de la más variada escoria, recibieron entrenamiento y respaldo de la CIA, el Pentágono y la temida Escuela de las Américas. Como FDR, héroe del movimiento izquierdista norteamericano, se jactara en una oportunidad: "Somoza puede ser un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta". Resulta que nosotros también hacemos todas esas otras cosas.

Del mismo modo había considerado que la instantánea de triunfantes soldados parados encima de una pila de huesos de los muertos conquistados era, más que nada, una representación de dibujos animados. De nuevo me equivoqué -la única y verdadera de esas fotos que he visto alguna vez, fue la de los soldados norteamericanos en las Filipinas a fines del siglo XX, cuando más de un millón de filipinos fueron asesinados en el logrado intento por asegurar las islas para el Imperio Americano. La escena se repite hasta las náuseas en la historia norteamericana, en sangrientas orgías de una parte a la otra de nuestro propio continente, desde un Mar a otro Brillante Mar, a través de América Central, el Caribe, y el Pacífico. A pesar de la osadía y el aislamiento de George Bush, no hay absolutamente nada nuevo sobre Irak. Conquista, pacificación, ocupación y transferencia de la "soberanía" a un gobierno títere es el manual de textos de su Modus Operandi. La única fase que queda por completar son las pocas décadas donde se supone que el mundo olvidará los orígenes de la dictadura, después de lo cual las fuerzas norteamericanas volverán a reprimir la rebelión o los movimientos de resistencia e instaurarán la democracia, como si el ciclo no tuviera principio.

En este contexto es casi insoportable escuchar el debate superficial y sin sentido entre los Demócratas y los Republicanos sobre "cómo manejar el tema de Irak", sin mencionar la infraestructura del robo organizado que transfiere trillones de dólares del Sur al Norte, del Trabajo al Capital, de pobres a ricos, de morenos a blancos. En mi opinión, existen tres crisis -teniendo en cuenta una cierta consolidación y superposición- que son más urgentes que todo lo demás en la actualidad. Pueden resumirse como el Imperio (en la que incluimos Irak/Israel-Palestina, Venezuela / Colombia y el resto), WalMart y el aniquilamiento de los sindicatos, con su concomitante violación del tesoro nacional y el sistema de salud, y la Prisión Estatal, por cuyo intermedio el encarcelamiento está instigando y substituyendo la eliminación del voto, el Klan y la esclavitud como la Nueva Ideología Racista.

Estos son, por supuesto, grandes problemas. Sin embargo, son problemas que estallan y amenazan la existencia de la humanidad misma (combinado con el consumismo rapaz que mantiene unido al lote). Justo la clase de temas globales que ingenuamente podríamos llegar a esperar que se trataran en el marco de una campaña nacional electoral. Esta tremenda historia, teñida de sangre y muerte para beneficio de la riqueza y la oligarquía, tiene completamente sin cuidado a los piratas del partido mordisqueando en sus rincones, que no se sienten amenazados por la poco convincente excusa de la "ideología" y los "valores" adoptados por el sistema político y económico que alimentó y generó. El auto-engaño, el sentirse bien con las trivialidades sobre la "grandeza de América" y una deliberada supresión y tergiversación de nuestra historia sellarán el pacto, y caeremos en picada y de cabeza en la inminente catástrofe ambiental que espera para engullirnos.

Cuando era un joven estudiante celebrando el Bicentenario de América, recuerdo haber desfilado en una producción coral titulada "Our Country `tis of Thee". Una de las canciones que todavía perdura en mi mente y en mi estómago, cantada por nuestro coro de mentes controladas, ignorantes y alegres de alumnos de Sexto Grado:

Hay un cielo tranquilo en mi patio
Lejos del miedo y de la duda
Pero todo el vasto mundo es mi ciudad natal
Y a mi vecino le debo mi ayuda 

Hay un cielo tranquilo en mi patio
Distante de un territorio lejano
Pero todo el vasto mundo es mi ciudad natal
Cuando la libertad necesita que le echen una mano

Recordarla en la actualidad todavía me hace erizar la piel de incomodidad y aborrecimiento por mí mismo, aún cuando era entonces un niño de once años. Como si fuera un lapso postraumático por un antiguo miembro de un culto. La falta de confianza en uno mismo aunado al desconocimiento de la propia historia es quizás la combinación más peligrosa conocida por la humanidad. La tortura en Abu Grab no es la punta del iceberg; es sólo el último eslabón de la cadena. Hacer frente a esa historia, con el desencanto, el miedo y la duda que la racionalidad y la honestidad implican, es la sensata tarea de aquellos que podrían resistir la embestida actual. Es el primer paso en el largo, largo camino hacia la cordura, y no es en absoluto confortable. Como Rosa de Luxemburgo observara notablemente: "Decir la verdad a voces será siempre el acto más revolucionario". 

© 2003 Daniel Patrick Welch. Concedido el permiso para su reproducción.
Traducido por Noris La Valle

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Welch vive y escribe en Salem, Massachussets, EE.UU., con su esposa Julia Nambalirwa-Lugudde. Juntos administran The Greenhouse School. Sus artículos anteriores están a disposición en la Internet y se le facilitará un índice con solo pedirlo. El autor se ha presentado por radio (la entrevista se puede escuchar aquí) y sus columnas también se han difundido: los interesados en retransmitir el audio deberán comunicarse con el autor. Algunas columnas están a disposición en español o francés y hay otras traducciones pendientes (se acepta ayuda para otras lenguas). Welch habla varios idiomas y hace grabaciones en francés, alemán, ruso y español o entrevistas en la lengua meta por teléfono.