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La ocupación militar: nuestro regalo para el mundo

O cómo los EE.UU. pueden explotar el dólar devaluado

(6/03)

Como escritor que soy, nunca sé en qué momento las conversaciones en mi mente terminan y el papel empieza. Es más, la Internet ha hecho del oficio del escritor una conversación larga, como el ritmo musical hip hop; los escritores se imitan el uno al otro, variando y componiendo sus propias letras sin parar. Quizá sea una excusa blandengue o una manera para evadir la responsabilidad. Oye, ni que trabajara para el New York Times. En fin, leí un artículo que me puso a pensar. En realidad no fue tanto el artículo, sino una conversación que llevó a que alguien me enviase el artículo. Ahora que lo pienso, no fue esa conversación, sino otra que recuerdo de... bueno, me has entendido. Como dije antes, nunca estoy seguro dónde termina una cosa y comienza otra.

Sin embargo, en la Internet, estoy en libertad de promover cuanta sinergia quiera por medio de enlaces o hotlinks. El pasaje que leí [aquí] es autoría del escritor egipcio Samir Amin, probablemente un desconocido para la mayoría de los norteamericanos. El pasaje me llevó a su artículo original [La ideología norteamericana], y éste me llevó a pensar en... como he dicho, mantuvo mi tren de pensamiento a todo vapor.

Estaba pensando en el dólar que se sigue devalando y de cómo será fabuloso para las exportaciones norteamericanas, es decir, lo sería si éstas existiesen como para mencionarlas. Está bien, acepto que me cogiste otra vez, en verdad estaba pensando en la negación o la incapacidad del norteamericano de desbaratar el mito del vaquero o cowboy. Pero si te pones a penar, eso es la exportación norteamericana por excelencia, desde las películas hasta su dominio sobre el mundo de la moda. ¿Ya ves? Sabía que podía llevarte a hacer asociaciones libres conmigo. No te me distraigas. No son sólo los norteamericanos, la mayoría de la gente en todo el mundo usa el concepto del vaquero para referirse a las actitudes machistas, los espaldarazos, el eterno Marlboro'estudiante privilegiado. Pero está claro que esto no da en el clavo, como lo dice Amin con elocuencia. Al antihéroe lógico ante el mito del vaquero no son los forajidos, hacendados, la Ley, etc., sino por supuesto, los indígenas. El desplazamiento y exterminio de la población indígena, así como los despojos de la esclavitud, son el meollo del desarrollo norteamericano. El "experimento" norteamericano no podría existir sin la invasión, conquista, "asentamiento" (léase colonización) europea y genocidio de los habitantes autóctonos del continente americano. Este concepto es lo que Samir Amin quizá llame "de conocimiento común"·

La parte que se omite casi siempre es cómo aquellos colonizadores europeos quedaron destruidos durante ese proceso, transformándose en monstruos más nazistas que los propios nazis. El torcimiento de esta conciencia y la obligada ceguera ponzoñosa han infectado la perspectiva norteamericana para siempre. Al ignorar los elementos más morbosos del crimen original, buscar explicaciones racionales, "comprender" o alcahuetear, los herederos de este virus están sentenciados a no comprender y juzgar mal los paralelos históricos obvios que dejó a su paso.

Nos guste o no nos guste, no nos queda más que mirar las repeticiones de la misma aburrida película, pero no tenemos el poder de cambiar el canal. ¿Por qué no reconocer, como norteamericanos, que todavía hacemos bien algo, y todavía tenemos algunas exportaciones bien hechas para ofrecer al mundo? George Carlin hizo una estupenda obra cómica tras la Primera Guerra del Golfo sobre lo que los EE.UU. hacen bien, pero se limitó a decir que hacemos enormes agujeros en los países ajenos. Y desde luego, los británicos se quejarán un poco diciendo que ellos lo hicieron antes y mejor, pero los yanquis aportaron algunas peculiaridades propias por el camino. Además, los ingleses robaron la mayoría de sus cosas a Roma y Grecia y Genghis Khan o quien sea, por lo cual los norteamericanos también pueden reclamar como propia su versión. Todos los movimientos de asentamiento-colonización comparten por lo menos algunos aspectos fundamentales de esta mitología, a ojos vistas nauseabunda y autocomplaciente. Se celebra a aquellos que se apoderaron de tierras y los puestos de avanzada militarizados que los protegían y se les llama "pioneros," nobles aventureros que se sobreponían a dificultades y huían de la persecución religiosa para "establecerse" (con la insinuación, por supuesto, de que "domesticaban" a los nativos salvajes) y conquistar. Las tierras invariablemente se decían "deshabitadas," "vírgenes" donde la supervivencia del ser humano era dudosa, contra los elementos y todos los pronósticos, de no ser por la increíble valentía y perseverancia de estas almas fuertes, las cuales recreaban igualmente y sin variación alguna la versión europea-norteamericana del "destino manifiesto," es decir, el asesinato por contrato con Dios, supongo.

De manera casi irrisoria (digo casi por tanta sangre derramada) ninguna persona importante comenta lo irónico de que la gente desplazada parece haber sobrevivido bastante bien (¿son los blancos tan frágiles o quedaron famélicos por tantos fríos inviernos europeos?) o que los "elementos" de los cuales necesitan tanta protección, son, en su mayoría, la gente indígena que acaban de desplazar. Las víctimas del genocidio, lo repito tanto que aburre, se satanizan debido a las tácticas a las que tuvieron que recurrir en guerras asimétricas contra las fuerzas militares inmensamente superiores del conquistador. La regla de caballeros es "Mantente inmóvil y deja que te disparen," la cual imponen los píos (repito sin ironía) a las víctimas que ellos siempre se niegan a reconocer son iguales como seres humanos, mucho menos "caballeros."

Esto en sí pudiera ser lo suficiente repugnante, sin tomar en cuenta que en la mayoría de los casos con una vuelta casi sádica del puñal (es decir, la verdad) muchas veces también se trata de una innegable mentira. Por ejemplo, fueron los conquistadores europeos que inventaron el arrancar la piel cabelluda y no los indígenas a los cuales se les echó la culpa. Los ejércitos de "pobladores" blancos (o "pioneros," "exploradores," llámalos como quieras, ya que la mayoría de los sofistas han muerto) fueron uno de los primeros proveedores de armas de destrucción masiva. Sus sábanas de viruela dejaron muy atrás a aquel sujeto que enviaba Ántrax por correo; quizá Colin Powell debió llevar uno de ellos a la ONU en vez de un estúpido frasquito.

Pero la viruela es imprecisa, está claro que el método preferido de los conquistadores, una vez que se les obliga a reconocer que en todas las tierras deshabitadas había gente, es acorralarla en ghettos, reservaciones, bantustanes¹, enclaves (otra vez este vocabulario como palabras inuit² que significan nieve o cosa parecida.) Después, claro, mueren de hambre, se les impide el acceso a recursos vitales o al menos están a merced de los invasores. Si uno tiene la suerte suficiente de ganar la lotería del invasor, conseguirá que la casta tutsi o mulata haga casi todo el trabajo sucio.

Así que pongan atención, todo el mundo: con unas cuantas sencillas lecciones, tú también puedes conquistar y adueñarte de tierras hasta que te sacies (pero avísanos primero, no nos gustaría tener que invadirlos a ustedes también.) Si sucede lo antes dicho, llamémosle el Modelo de Subcontratación, puedes seguir sentado y mostrar tu reprobación cuando tu plan funciona a la perfección, mostrar displicencia y derramar lágrimas de cocodrilo porque los salvajes no son capaces de dejar atrás sus hábitos asesinos. Como premio podrás volver a adueñarte con más crueldad cada vez, y mientras tanto no dejarás de recibir elogios por "mantener la paz." (Un consejo: coloca siempre, quiero decir, "elige" si fuere absolutamente necesario, a los elementos más mezquinos, más desalmados y corruptos para reforzar el argumento que inevitablemente tendrás que hacer y aumentarán las ganancias que cosecharás.)

La propuesta anterior te podrá parecer más complicada, pero al buen estudiante de historia no se le dificultará reproducir el padrón. No te preocupes, el método bantustán¹ matará de hambre a muchos, disminuyendo la ventaja que las altas tazas de natalidad da a los que viven misteriosamente en tierras "deshabitadas" tomadas por conquista. ¡Qué sinergia! Aquí también hay una gran ventaja, pero si no lo haces bien se verá grotesco. Después, cuando la mayoría haya muerto, podrás incluso ganar más dinero atrayendo turistas para que visiten las jaulas donde algunos de ellos aún vivan; los señalarán con el dedo y harán muecas tristes pero burlonas porque aquellos no se cuidan y se benefician mucho, por ende, de tu "benigna" invasión.

Algunas tretas son tan evidentes que casi no hay necesidad de denunciarlas. Pero ¿qué más da? Recuerda que hay tratados. No olvides que una de las Grandes Mentiras más efectivas es que ustedes están civilizando a los nativos. El derecho occidental siempre es superior a cualesquiera cuentas y chucherías que usaban antes de que ustedes ocupasen sus tierras deshabitadas, así que úsalas sabiamente. Todo esto es aún más deleitoso porque también les enmaraña la mente. Una vez que proclames a voz en pecho que les estás enseñando cómo comportarse, deberás hacer que firmen tratados que no tienes intención alguna de cumplir.

A fin de cuentas, ya conoces bien el "imperio de la ley:" como en la obra de Orwell, los miembros del partido pueden decidir cuándo violar las reglas, tú también eres demasiado civilizado como para necesitar la misma clase de adiestramiento que con la ayuda de Dios estás inculcando a los nativos. De hecho, mientras más evidente quede que jamás cumplirás un acuerdo, tanto más entusiasmo deberás mostrar por firmarlo. Cualquiera que sea el modelo que escojas (el imperio de la ley, eso que llaman "democracia" que favorece a los de tu grupo invasor o sólo varones blancos terratenientes, el mercado libre, lo que sea) finge siempre que es la noble causa por la cual tus "pioneros" tanto han sacrificado. Incluso le puedes poner un lazo y decir que se trata de un regalo.

Por no sé qué motivo, el racismo no es sólo útil sino también obligatorio. La melanina es como el antipetróleo: mientras más tengas, menos vales. Desgraciadamente, también como el petróleo, no es un bien universal. Según este razonamiento es perfectamente lógico que obscurecieron simbólicamente a los irlandeses y se les rebautizó "los negros de Europa" aunque quizá sean el pueblo más blanco del mundo. Los africanos occidentales informan que en Gran Bretaña se les ha llamado "irlandeses ahumados," lo cual es como matar a dos pájaros de un tiro. En mi propia familia mis suegros racistas llamaron a un irlandés católico "un negro volteado al revés" y no fue sino hasta después de la emancipación de los esclavos en los EE.UU. (cuando hicieron falta más blancos para contrarrestar a estos nuevos ciudadanos) que la maquinaria del censo norteamericana dejó de poner a los irlandeses en la clasificación de "no blancos".

Pero estoy divagando, ¿o quizá no? No importa. Ya sean por naturaleza morenos, negros o blancos, no dejes de instar al más corrupto de los líderes autóctonos que oculte la crueldad de las fuerzas invasoras. Se dice que ya estando en cama y a punto de morir, el segregacionista George Wallace mandó llamar al Rvdo. Jesse Jackson. Quizá porque consideraba que su programa populista reformado no era muy distinto del de Jackson, o quizá porque era un pecador arrepentido que quería ir al cielo, aconsejó al reverendo que no complicase mucho su razonamiento: --Mantén la hierba baja para que las cabras puedan alcanzarla.

Es un buen consejo. Concéntrate siempre al principio, y de ser posible siempre, en los detalles mezquinos, las malas acciones de quienes administran tus bantustanes, y el atropello más reciente. En esto los norteamericanos no saben bien qué hacer porque con frecuencia hemos logrado dejar la crueldad en manos de terceros y lamentar las absurdamente llamadas "guerras civiles," "conflictos interétnicos" o "violencia de negro contra negro." Esta última es una joya. Todavía estoy amargado por no haber podido mostrar humor cuando lamento lo que he llamado "violencia de blanco contra blanco" en los Balcanes. Pero podemos improvisar, la intención es que no se concentren en la injusticia subyacente (si puedes, ni siquiera la menciones). No permitas se les ocurran ideas grandiosas. Recuerda que las únicas ideas grandiosas legítimas son las tuyas (véase democracia, etc. más arriba) si no, toda clase de socialistoides llegarán a soliviantar a los nativos.

Cuando estés en aprietos eso puede resultar útil, pero recuerda que la treta 
norteamericana, cuando la invasión europea, era no necesitar esas tretas. Desde luego que Dios está clasificando la mayoría ahora mismo. Los vestigios de la esclavitud se relacionan pero son más complejos. Si por algún motivo no logras matar a suficientes autóctonos (es un problema que va en aumento entre imperialistas modernos, puesto que los requisitos actuales obligan a los ejércitos invasores a fingir que no existe la "invasión humanitaria"), en fin, sin quedan vivos demasiados, podrás usarlo a favor tuyo Explota, incita, incluso urde intrigas por terceros, no se enterarán por años como "Stakeknife" en Irlanda del Norte y siempre te podrás proclamar superior porque los soldados regulares matarán niños (por lo menos se trata de un ejército de verdad, sujeto al imperio de la ley) mientras tus agentes trabajan tras bambalinas. Creo que es importante anotar esto ahora, si no, se podrá perder en la historia.

Así tuvieron la inteligencia de hacer los nazis con el botín Schliemann de los antiguos, y los rusos en el Hermitage. Pensándolo bien, ¿por qué no fueron los iraquíes igualmente inteligentes? O sea, algunos de aquellos tesoros son de su propio país. ¿Soy yo, o se está extinguiendo esta forma de pensar? Decidí escribirlo todo porque este consejo se acerca al final de su vida útil. Como dijera Paul Simon: --No se puede ser brillante y gozador tan lejos de casa...
¹ Territorios en Sudáfrica que el apartheid apartó para los negros.
² Esquimal.

© 2003 Daniel Patrick Welch. Concedido el permiso para su reproducción. 
Traducción del ingles por Sandra Smallwood de Beltrán.

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Welch vive y escribe en Salem, Massachusetts, EE.UU., con su esposa Julia Nambalirwa-Lugudde. Juntos administran The Greenhouse School. Sus artículos anteriores están a disposición en la Internet y se le facilitará un índice con sólo pedirlo. El autor se ha presentado por radio (la entrevista se puede escuchar aqui) y sus columnas también se han difundido: los interesados en retransmitir el audio deberán comunicarse con el autor. Algunas columnas están a disposición en español o francés y hay otras traducciones pendientes (se acepta ayuda para otras lenguas). Welch habla varios idiomas y hace grabaciones en francés, alemán, ruso y español o entrevistas en la lengua meta por teléfono.